Erase una vez un extraño pez cuya belleza era casi indescifrable para los siempre abiertos ojos de los otros peces, a veces se cuestionaba sobre su propio ser, pese a que la adulación de otros siempre estaba presta a su servicio, no obstante en medio del océano, se encontró una vez una medusa, que a menudo era invisible para los demás seres marítimos, pero cuando se lo proponía brillaba, y ella brilló una noche para él. La medusa brillaba a su alrededor... ella nunca había visto un pez más bello, porque él era extraordinario y único ante sus ojos, aunque el mismo no advirtiera lo mucho que significaba para ese inmenso océano.
En su baile intentaba ser discreta, pero su brillo afloraba sin querer quizá, fue entonces cuando el pez notó su presencia y se acercó, ella pese a ser de una especie diferente compartió su luz dentro del agua e iluminó al pez, pero como existían tantas medusas, esto no fue novedoso para él... pues ella era una medusa más y nada más.
Se perdió en la belleza de aquél singular pez, y se acercó más de lo que debía, mientras desafiaba el deber ser, lograron por una mística unión conjugar sus vidas, y del trasegar de sus caminos bifurcados - luego ensamblados- resultó algo maravilloso, porque uno descubrió en el otro esa esencia que se guardaban para sí mismos... entonces aquella medusa siguió su camino con la certeza que la acompañó desde el primer día en que vio al magnífico pez, de que algún día lo volvería a ver.
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