Desgraciada… esa
boca rosada que se volvía escarlata cuando bebía como cuando el ocaso se torna
rojo por un segundo y… sus ojos desgraciados brillando mientras cantaba… yo no
pude dejar de mirarla ¡desgraciada! y esa exquisita voz fluctuante, que la
antecedía siempre esa desgraciada sonrisa ladeada, desgraciado cuello y su olor…
imborrable de mi memoria. Su cercanía, sus labios tan tentadores y su sensual
silueta burlándose de mí, mientras finjo ser su sombra para no quedarme en su
cintura ella se ríe sin piedad, abusando
de ese don de delicadeza que le dio la vida. Juega la desgraciada como yo solía
jugar, ahora se siente la aridez de alguien tan frío como yo, más esta vez la
desgraciada sabe que la víctima soy yo.
Aprieto mis puños y mis dientes… y veo como
sostiene una cerveza con su suave mano que hace gala de ese tatuaje que rodea
su desgraciado hombro.
Y la desgraciada
me sonreía para quitarme la cara de sensatez, y su escote negro casi que hacía
brillar su piel. Esa desgraciada expresión con la que le coqueteaba a su “mejor
amigo”, esa forma de bailar sin mirar nunca a la persona con quien baila. Bailé
con ella, y esa desgraciada forma de moverse me hipnotizó, y yo buscaba su
mirada mientras me dominaba como un flautista a una serpiente. Yo la quiero, y
a la desgraciada ni le importo.
Si tan sólo la
apartara de mis recuerdos olfativos y táctiles, podría pensar en algo más que
ella.
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