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domingo, 27 de octubre de 2013

Desgraciada

Desgraciada… esa boca rosada que se volvía escarlata cuando bebía como cuando el ocaso se torna rojo por un segundo y… sus ojos desgraciados brillando mientras cantaba… yo no pude dejar de mirarla ¡desgraciada! y esa exquisita voz fluctuante, que la antecedía siempre esa desgraciada sonrisa ladeada, desgraciado cuello y su olor… imborrable de mi memoria. Su cercanía, sus labios tan tentadores y su sensual silueta burlándose de mí, mientras finjo ser su sombra para no quedarme en su cintura ella se ríe sin piedad,  abusando de ese don de delicadeza que le dio la vida. Juega la desgraciada como yo solía jugar, ahora se siente la aridez de alguien tan frío como yo, más esta vez la desgraciada sabe que la víctima soy yo.

 Aprieto mis puños y mis dientes… y veo como sostiene una cerveza con su suave mano que hace gala de ese tatuaje que rodea su  desgraciado hombro.

Y la desgraciada me sonreía para quitarme la cara de sensatez, y su escote negro casi que hacía brillar su piel. Esa desgraciada expresión con la que le coqueteaba a su “mejor amigo”, esa forma de bailar sin mirar nunca a la persona con quien baila. Bailé con ella, y esa desgraciada forma de moverse me hipnotizó, y yo buscaba su mirada mientras me dominaba como un flautista a una serpiente. Yo la quiero, y a la desgraciada ni le importo.


Si tan sólo la apartara de mis recuerdos olfativos y táctiles, podría pensar en algo más que ella.

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