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sábado, 21 de junio de 2014

Beso a escondidas

Tomaba mi mano, sin importarle quien le viera. Vino a esa reunión sólo por mí. En medio de la gente me miraba para saber con quién hablaba y porqué reía tanto, su curiosidad crecía con el danzar de las manecillas del reloj. Tuvimos que salir a comprar víveres y tomamos el elevador; allí me robó un beso, yo permanecí atónita y él me preguntó el porqué de mi silencio, me defendí con una frase tan cortante como sarcástica. En la calle siguieron los besos robados y mi silencio. Luego, de regreso y al entrar a casa, nuestras sonrojadas mejillas lo decían todo... a nadie le importó por lo obvio de la situación.

Me preguntaba porqué sonreía luego de que nos besábamos, decía que era una risa sarcástica y por demás burlona, no era así... los nervios eran los autores de semejantes gestos.

Siguió la reunión, dieron más de las once y él tenía que marcharse, así que, me tomó de la mano decididamente y me llevó a la habitación, la cual cerró bajo llave, me besó apasionadamente y dijo que tenía algo por decirme... y en efecto algo dijo pero de las palabras no me acuerdo. Dos lunas después le siento como esa noche de cuarto menguante. Luna bajo la cual nací por cierto. Y recuerdo a cada instante las sensaciones, los pensamientos quizá compartidos, el sueño que me invadió cuando se fue y lo profunda que dormí en esa misma cama.

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